El mar, la playa,
compañeros infatigablesde mi primeros recuerdos de verano.
El sabor de la sal, del agua evaporada
sobre mis labios, sobre mi piel.
Aquella agua helada y clara del inicio del día,
cuando no había nadie más en la arena ni en el mar,solos la mar y yo.
Una fuerza inmensa
que hacía que me desnudase rápidamente,
sin esperar a nadie.
Aquella llamada del mar,
de este Mediterráneo que conozco y amo,
de aquel rumor que me hacía correr hacia el agua.
La impresión helada y fuerte del primer contacto,
y, rápidamente, a nadar y a nadar
para que los dientes no me temblaran,
ni que el frío erizase mi piel.
Todo ésto, mientra se oía el grito agudo
de una gaviota solitaria
y mientras, el sol, aún tímido,
apuntaba por el horizonte.
Después, ya mas tarde,
el calor y la gente,
el ruido y los gritos de los juegos de los niños,
pero, antes, al alba,
estábamos solos yo y el mar,
aquel infatigable compañero
que me poseía
con toda la fuerza de un amante apasionado,
como si cada día fuese, la primera vez.
Aquel rumor de las olas
que parecían murmurarme:
“ven..... no te vayas”
“ven..... no te vayas”
Y mi carrera hacia el agua,
era siempre la respuesta.
NOTA: TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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