Me
has conquistado sin tú pretenderlo,
con
tus historias y tu ironía,
con
la cadencia y el tono de tu voz,
que
me han ido envolviendo
y
casi sin darme cuenta,
te
he ido queriendo.
Tus
palabras han despertado
mi
sensualidad y mi ternura
y
creo haber dado cumplida respuesta
a
la urgencia de tus requerimientos
y
sin apercibirme,
estos
sentimientos han ido creciendo,
y
ahora mismo, te llevo muy dentro.
He
creído, equivocadamente,
que
sentías también hacia mi,
algo
de ternura y que,
aunque
fuese sólo un poco,
te
gustaba y me deseabas,
y
te he ido queriendo.
Te
he confesado que te amo
y
que deseaba estar a tu lado,
y
ello te ha enojado,
me
has dicho que no me quieres,
que
no me has querido nunca,
y,
sin embargo, te quiero.
.
Según
tú, uno se enamora,
solamente
si uno quiere,
y
cuando yo te he asegurado
que
de ti me he enamorado,
me
respondes que éso es imposible.
Y
yo, te he seguido queriendo.
Por
el contraro, yo creo
que
uno se enamora
sin
poder hacer nada por evitarlo,
y
en muchas ocasiones,
aún
en contra de su voluntad y conveniencia.
Lo
sé, porque yo te sigo queriendo.
Estas,
mis palabras,
no
son un reproche ni tan sólo un ruego,
ya
que, libremente, me adentré en el juego.
Y
aunque ahora me consuma
yo
sola en mi mismo fuego,
y
de que ante tu indiferencia y tu olvido,
de
tus caricias me muera de anhelo,
en
ningún momento me he arrependido,
de
haber aceptado correr este riesgo.
Ya
que, con todo ésto,
sin
embargo y pesar de todo ello,
todavía
te sigo queriendo.
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