Dulces
y hermosas palabras de amor
que
no imaginé nunca volver a escuchar
y
que llegaron en el otoño de mi vida.
Escritos
y mensajes tiernos y sensuales
que
nunca esperé volver a recibir.
Besos
y caricias de las que mi cuerpo
volvió
a gozar cuando pensé que
se
habían acabado para siempre.
Sentimientos,
sensaciones y emociones
casi
olvidados y vueltos de nuevo a sentir.
Regalos
inesperados que me ha ofrecido
la
vida y que agradezco con humildad a los dioses
ya
que me han demostrado que aún estaba viva
y
que todavía era capaz de ilusionarme y emocionarme.
Todas
esas cosas maravillosas
me
llegaron a través de ti,
que
como nadie supo despertarlas.
Te
doy también las gracias por todo ello,
pero
no puedo dejar de pensar,
que
todo éso, en principio tan hermoso,
por
tu parte sólo han sido mentiras,
halagos
de pequeño y típico “donjuán” español,
para
enamorar y convencer a una incorregible romántica
que
creyó haber encontrado, por fin, en su madurez,
a
un hombre también romántico, sensible y maduro,
resurgido
de anteriores luchas, errores y fracasos,
alguien
a quien poder amar y con quien compartir,
las
luces y las sombras de esa nueva etapa de nuestras vidas.
Creí
de veras que sabrías apreciar en su justo valor,
sin
prejuicios ni ideas preconcebidas,
ese
espléndido obsequio que nos ofrecía el Destino.
No
ha sido así y aunque lo siento,
porque
nuestra pequeña historia
para
ti debe haber sido,
sólo
una de tantas aventuras,
no
me duele ni te guardo rencor,
porque,
a fin de cuentas,
soy
yo quien se ha llevado la mejor parte,
puesto
que para mi, nuestro encuentro,
tuvo
su ternura y su encanto,
y
sólo lamento que no hayamos sido capaces,
de
conservar esa impagable magia.
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