Ha ido pasando la vida casi sin que lo notase.
Parece que fue ayer cuando,
de pie, sobre una silla,
frente a una mesa,
rodeada de los seres que me amaban,
recitaba un poema o cantaba un villancico
ante un público familiar ya entregado por anticipado.
Veo a mis padres y abuelos
a mi hermano, a mis tíos y a mis primos
contentos y felices celebrando la Navidad
ante una mesa cargada de comida y bebida,
pero llena además de amor y cariño.
Las velas y las luces encendidas,
el belén y el árbol adornados
de guirnaldas y bolas de colores,
y oigo las risas y las conversaciones
de todos ellos, algo achispados.
Vienen a mi mente, recuerdos de otras Navidades,
con bastante menos gente,
pero aún al lado de personas que me amaban
y a las que correspondía.
Pero uno a uno, todos han ido muriendo,
llevándose cada uno de ellos,
un pedazo de mi corazón. dejando
pena y tristeza, insoportables al principio,
luego, ya atenuadas por el devenir diario,
fútil y cotidiano, de la costumbre y el tedio.
Pero, en estas fechas, en estas fiestas
cuando me hablan de la Navidad,
de esa Navidad cargada de regalos,
de anuncios comerciales durante más de dos meses.
instando sin cesar al despilfarro obligado, a la alegría comprada,
a las voces chillonas, aconsejando compras y más compras,
no puedo evitar que me llene otra vez la tristeza
y aún rodeada de gente, la soledad me invade
porque entre todos no hay uno sólo de ellos
con quien pueda compartir mis recuerdos
de otras Navidades de mi infancia y juventud
en los cuales la magia de la Navidad,
no se compraba con dinero ni regalos,
en las que con pocas cosas materiales,
sentíamos esa magia impagable de la Navidad
que calmaba los corazones como una tregua,
y me doy cuenta que aunque parezca que fue ayer,
ha ido pasando la vida casi sin que me diera cuenta.
NOTA: TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
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